lunes, 7 de septiembre de 2009

MIND in my mind

Lo que quiero escribir es algo sencillo pero que a la vez me preocupa de sobremanera, y se trata del enfrentamiento permanente que tengo con mi mente. Ya han pasado algunos años desde que descubrí que no puedo dominarla todo el tiempo. A veces pruebo engañarla y mantenerla ocupada para obtener una falsa sensación de control, pero la realidad es que ella está ahí como un monstruo dormido esperando mi momento de debilidad para atacar y lo que más me asusta es que su ataque no es evidente hasta que ya es muy tarde, con esto me refiero a que no soy consciente de que he perdido el control de mis pensamientos hasta que caigo en la cuenta de que llevo un buen rato pensando en cosas que no elegí.

Son distintos los momentos en los que siento que pierdo el control de la situación pero hay algunos que se repiten muy a menudo, entre ellos los normales como por ejemplo los momentos de ira, o de excitación, pero a esos momentos son a los que menos les temo. Lo que realmente me preocupa son los pensamientos que invaden mi mente en los momentos de soledad, cuando el mundo se apaga. Soy consciente de que por las noches cuando todos logran conciliar el sueño rápidamente yo me quedo en un estado de profunda introspección donde, con los ojos bien abiertos, miro sin observar la oscuridad completa de mi habitación y dejo que mi mente vuele, y ahí es donde este monstruo se despierta y empieza a irrumpir mi cerebro con un montón de deseos reprimidos que realmente dudo desear. Intentando llegar al estado de ingravidez donde uno logra al fin conciliar el sueño, acostumbro pensar en las cosas que he hecho o en las que deseo hacer, pero poco a poco estos pensamientos se van desvaneciendo hasta el punto en el que me encuentro viendo dentro de mi cabeza a una réplica mía haciendo cosas que yo no quisiera ser capaz de hacer, y es recién ahí cuando retomo preocupado el control de la situación y me doy cuenta que tengo el corazón acelerado y la mirada perdida en la oscuridad de la habitación.

A lo largo de los años he ido dándole de comer a mi mente desafíos, pero ahora me encuentro en una situación muy complicada, y se trata de que mi mente o el monstruo que vive en ella ya se las arregló para lograr de forma satisfactoria todos los objetivos que le he propuesto, y ya no se con que más entretenerla, un ejemplo claro de tal agobiante situación es la existencia de este escrito, el cual me encuentro escribiendo a las 5:37 a.m. de un día sábado tras asustarme severamente al ver que mi cerebro se estaba exprimiendo para imaginar mil maneras posibles de hacerle daño a alguien en particular a quien yo, Fernando, no deseo dañar, y no solo buscaba las formas, sino que también pude apreciar la manera en las que llevaba a cabo cada una de esas formas. Fue así entonces que en un acto de “inspiración” o deseo ferviente de acallar a esta mente a la que tanto le temo decidí entretenerla un rato escribiendo esta confesión carente de estructura alguna, la cual voy a tener que corregir en algún momento para darle alguna especie de formato semántico.

Para seguir un poco con el desorden de ideas voy a mencionar otro momento en el cual siento que soy un ser diferente, capacitado para cosas de las que la mayoría de las personas jamás apostarían. Ese momento es cuando camino por las calles o cuando voy manejando solo, en esos períodos y en cualquier otro donde no hay nadie cerca para entretenerme es cuando mi mente empieza a volar, y esto es algo que he tratado de discutirlo con otras personas pero nunca he logrado instaurar el misticismo necesario en mi interlocutor, quizás debido a mi falta de vocabulario o a la falta de fundamentos para justificar este miedo atroz que tengo contra mi mente.

El punto es que mientras la gente común duerme o disfruta de un paseo ya sea a pie, en auto o en cualquier otro medio, mi mente está conspirando, y lo hace sin mi autorización. Una vez recuperada la lucidez y acabado el momento de transe es cuando siento ese terror de que un día mi mente empiece a conspirar contra mí, y mientras más lo pienso menos imposible lo considero. Esta conclusión surge de algo tan sencillo como es el hecho de haber sorprendido a mi mente en varias ocasiones conspirando, y si yo no puedo controlarla el 100% del tiempo, dado que existen momentos en los que se entretiene complotando contra alguien, es razonable el temer la pérdida de control, porque algún día cuando ella tome conciencia de su poder para dominarme lo va a hacer cada vez más seguido y me va a obligar a hacer cosas que no quiero contra otros o peor aun (esta es la parte donde aflora el egoísmo propio de cada ser) contra mí mismo. Soy consciente que este párrafo recuerda mucho a películas de ciencia ficción y posiblemente te haga pensar que soy un pelotudo enroscado que se hace el especial, y lo más probable es que estés en lo cierto…

Siempre me gusta terminar mis narraciones con alguna especie de desenlace o conclusión pero en esta ocasión por tratarse de una confesión más que de una simple narración voy a dejar el final abierto, simplemente porque esta historia no termina. El miedo apareció hace algunos años y seguirá estando ahí mañana cuando me despierte.